En
los días de niebla, el río cruje. A los indecisos, el río les
parece una nube almidonada, e imaginan, algunos, que rebotarán en
esa colchoneta como cuando niños; a otros se les antoja una pátina
de humo y creen que nadie oirá el ruido de su cuerpo al caer, o
acaso será como el breve chasquido de un mechero, un leve roce, un
segundo y luego luz. Pero abajo el río es más
oscuro. Allá donde la luz no alcanza a doblar las esquinas de
la duda, donde navegan ojos silentes como peces de un acuario roto,
el río se vuelve más denso.
En
los días de niebla, el río cruje, porque en el tropiezo de la
indecisión, son las sombras de los suicidas las que saltan. Se
desatan de los tobillos de asfalto y caen al río como pétalos de
flores secas. Se ve entonces una onda, una lágrima de plomo más
para un río que siempre está de paso. Todas saben que no podrán
regresar, y en sus anhelos, imaginan que sus dueños regresarán para
pescarlas. Por eso, al caer la tarde, suben a la superficie y toman
prestada la extraña forma de un pez.
Tu estilo siempre te precede. Es un auténtico gusto relajarse con tus lecturas.
ResponderEliminarTremendo, Ángeles! Esa densidad, esa lágrima de plomo ay qué bien sabés narrar la dureza del suicidio. Saludos admirados!!
ResponderEliminarBrillante, Ángeles. Detalles increíbles, como ése "donde la luz no alcanza a doblar las esquinas de la duda", o "en el tropiezo de la indecisión"; "se desatan de los tobillos de asfalto"...
ResponderEliminarY la repetición de río, desacompasada, como dibujando un vórtice que fluye además de girar...
Saludos
Gabriel
Tremendo, Ángeles. Ya la primera frase "En los días de niebla, el río cruje" es una invitación a no perderte ni una palabra de lo que vendrá después, una perfecta puerta de entrada a un palacio de sensaciones. Lo que viene después se mantiene a la altura. Una prosa estupenda, un lenguaje que te envuelve y una historia asombrosa que se mueve entre la fantasía y el drama. Un viaje al mundo de los sueños, con gotas de pesadilla. He disfrutado enormemente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y uno se pierde en la corriente de este río donde tuercen las esquinas y seguro, redoblan tambores. Suicidarse debería ser tan fácil, o tan difícil, como tirarse al río, eso sí, en invierno, siempre.
ResponderEliminarUn abrazo enorme
Soberbio, Ángeles.
ResponderEliminarTal como apunta Gabriel, una pieza excepcional, que destaca -con su prosa de profundo aliento lírico- por la calidad de sus metáforas, por lo brillante de tu registro; en definitiva, por su incuestionable calidad literaria.
Chapeau.
Abrazos,
Una prosa poética preciosa con una metáfora hiperpotente. Genial. Me encantó la imagen, como siempre casi palpable.
ResponderEliminarDesde el crujiente comienzo hasta ese flamante final con cola de pez has sabido endulzar con tus palabras ese momento trágico de increible lucidez o locura, según se mire.
ResponderEliminarHa sido un placer recalar en el río de tus palabras. saludos desde Tenerife y te invito a mi espacio cuando gustes.
http://gofioconmiel.blogspot.com.es/
Haces gala de una prosa poética que atrapa, como atrapa ese río denso poblado de sombras que anhelan volver... Enhorabuena
ResponderEliminarEn los días de niebla me dejo llevar por los ríos del mundo en un grano de arena y me dejo conquistar por esos adjetivos que dominas con maestría. Me encanta leerte. Sin mas.
ResponderEliminarsaludillos
Precioso relato de ríos de niebla, de suicidas en la niebla. Oigo el crujido del río en tus palabras y su sentimiento dolorido. Y veo a nuestro Ebro tapando sus aguas con esa manta de nubes que bajan a besar sus aguas. Besos
ResponderEliminarSiempre es un gusto leerte Ángeles.
ResponderEliminarBesos desde el aire