Muchas gracias a Fernando Vicente, Ana Vidal y José del Ordi por el booktrailer de Enero.
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martes, 21 de enero de 2020
martes, 17 de abril de 2018
Habitaciones con monstruos- reseña por Rocío Tizón
Reseña escrita por Rocío Tizón.
"Una colección de diecisiete relatos que indagan en las sombras de la condición humana.
Lo primero que llama la atención de Habitaciones con monstruos (Editorial Talentura) es lo bien escrito que está. Las metáforas que pueblan los cuentos de Ángeles Sánchez Portero son brillantes, y sus personajes tienen un aire melancólico que les hace discurrir por las páginas de este libro tan perdidos como cualquiera de nosotros. Es un libro que trasmite verdad por los cuatro costados..."
Para leer la reseña completa, por aquí.
"Una colección de diecisiete relatos que indagan en las sombras de la condición humana.
Lo primero que llama la atención de Habitaciones con monstruos (Editorial Talentura) es lo bien escrito que está. Las metáforas que pueblan los cuentos de Ángeles Sánchez Portero son brillantes, y sus personajes tienen un aire melancólico que les hace discurrir por las páginas de este libro tan perdidos como cualquiera de nosotros. Es un libro que trasmite verdad por los cuatro costados..."
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Habitaciones con monstruos- reseña Elena Casero
Reseña escrita por Elena Casero.
"Habitaciones con monstruos, de Ángeles Sánchez Portero es su segunda publicación, después de Enero, una deliciosa novela corta. Dieciséis relatos, dieciséis habitaciones y unos cuantos monstruos. Son los monstruos que habitan en nuestro interior, que nos acompañan, que nos siguen, que nos vigilan. El monstruo de la soledad y de la infelicidad de las hermanas que ingieren perlas de sangre para volver a estar en equilibrio con la vida. O de la mujer que, a base de tantas despedidas, su piel se convirtió en un mapa de lugares de viajes donde nunca fue..."
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"Habitaciones con monstruos, de Ángeles Sánchez Portero es su segunda publicación, después de Enero, una deliciosa novela corta. Dieciséis relatos, dieciséis habitaciones y unos cuantos monstruos. Son los monstruos que habitan en nuestro interior, que nos acompañan, que nos siguen, que nos vigilan. El monstruo de la soledad y de la infelicidad de las hermanas que ingieren perlas de sangre para volver a estar en equilibrio con la vida. O de la mujer que, a base de tantas despedidas, su piel se convirtió en un mapa de lugares de viajes donde nunca fue..."
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Habitaciones con monstruos- reseña "Pon un libro en tu vida"
Reseña escrita por "Pon un libro en tu vida"
"Lo que nos ha parecido: Nos ha sorprendido bastante. Los juegos de palabras que utiliza la autora son muy buenos. Eso sí, es necesario leer cada relato con calma, en un sitio silencioso en el que nadie nos moleste. Nosotros lo intentamos leer en los trayectos de casa al trabajo y era un poco difícil por las distracciones ajenas. Cada relato es diferente y habla de una historia que nada tiene que ver con la anterior. Habitaciones con monstruos consta de historias que hablan de nuestros monstruos interiores. Los juegos de palabras refuerzan la historia que quiere contar de manera muy efectiva. De hecho, transmiten bastante los sentimientos de cada personaje. Hemos sentido la misma soledad que si fuera real (por poner un ejemplo y no desvelar más)..."
Para leer la reseña completa, por aquí
"Lo que nos ha parecido: Nos ha sorprendido bastante. Los juegos de palabras que utiliza la autora son muy buenos. Eso sí, es necesario leer cada relato con calma, en un sitio silencioso en el que nadie nos moleste. Nosotros lo intentamos leer en los trayectos de casa al trabajo y era un poco difícil por las distracciones ajenas. Cada relato es diferente y habla de una historia que nada tiene que ver con la anterior. Habitaciones con monstruos consta de historias que hablan de nuestros monstruos interiores. Los juegos de palabras refuerzan la historia que quiere contar de manera muy efectiva. De hecho, transmiten bastante los sentimientos de cada personaje. Hemos sentido la misma soledad que si fuera real (por poner un ejemplo y no desvelar más)..."
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Habitaciones con monstruos- reseña en Culturamas
Reseña escrita por Ricardo Martínez Llorca.
"Estas habitaciones no son exactamente un libro de relatos. Son estampas a las que se les suma la condición del tiempo, que es tan infame como inevitable de aceptar si uno pretende estar cuerdo. Porque el punto fuerte de la literatura de Ángeles Sánchez Portero, o al menos el que da a entender que será su cimiento..."
Para leer la reseña completa, por aquí
"Estas habitaciones no son exactamente un libro de relatos. Son estampas a las que se les suma la condición del tiempo, que es tan infame como inevitable de aceptar si uno pretende estar cuerdo. Porque el punto fuerte de la literatura de Ángeles Sánchez Portero, o al menos el que da a entender que será su cimiento..."
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lunes, 29 de febrero de 2016
Plano turístico*
Siguen llegando prisioneros a este mapa donde habito. Cada uno camina
por el sendero de tinta que le han marcado. Hay ya tantas líneas que se
entrecruzan los destinos y muchos peregrinos se agazapan en las aceras,
desorientados. Se interrogan en idiomas extraños. Todos tan perdidos,
tan quietos. Y yo, sin entenderlos, me dispongo a escapar. Me agacho,
clavo las uñas en el asfalto de cartón y lo rasgo con furia. La astillas
de papel comienzan a saltar. En media hora, he conseguido abrir un buen
boquete. La gente ha hecho un corro alrededor de mí. A lo lejos, los de
seguridad se acercan con enormes trozos de celo. No quieren, supongo,
que la ciudad se les agriete y empiecen a desaparecer turistas. Ya veo
luz al otro lado del papel. Debo darme prisa. Salto. Decenas de caras me
miran desde arriba y me hacen fotos. En el envés del plano, otra
ciudad.
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Microrrelato,
Microrrelato ganador concurso
jueves, 25 de febrero de 2016
El ruido, inexplicable, de las mímesis
Lo habrás oído muchas
veces. El golpe de un puño en la pared. El crujido de un mueble. Pasos
de alguien que no se aleja, que no se acerca. Zumbidos dentro de las
bombillas. Agua circulando en las aortas del edificio. Un chasquido en
la ventana. Lo habrás oído muchas veces, digo. Y habrás subido la
persiana, como si fuera el párpado de un ahogado. Te habrás acercado a
la pared, auscultando los ventrículos de tu vivienda, buscando ese soplo del salón, esa arritmia del pasillo. La respiración de los muebles. Bostezos barnizados. ¿Qué era?
Tienes miedo porque no hay nadie. Oyes la digestión de la vida. Cañerías viejas. Ladrillos rotos. Tienes miedo porque vives, también, al otro lado de los tabiques. Al otro lado de la realidad. Y te haces viejo. Y te rompes. Y empiezas a crujir.
Y alguien, un día, te colgará un cuadro.
Tienes miedo porque no hay nadie. Oyes la digestión de la vida. Cañerías viejas. Ladrillos rotos. Tienes miedo porque vives, también, al otro lado de los tabiques. Al otro lado de la realidad. Y te haces viejo. Y te rompes. Y empiezas a crujir.
Y alguien, un día, te colgará un cuadro.
Microrrelato escrito para los viernes creativos de Fernando Vicente
lunes, 13 de abril de 2015
Mujer pez
Bastó una llamada de teléfono para que mamá olvidara mi patito de goma,
mi pelo enjabonado, el grifo abierto. De eso hace ya mucho tiempo. En la
bañera jugué a muñecas, fui cumpliendo años, acudí a la escuela.
El día que mamá regresó, me sentí la mujer más desdichada del mundo. Con sus manos viscosas, me envolvió en una toalla seca. Llevaba algas en los ojos y hablaba de marineros.
El día que mamá regresó, me sentí la mujer más desdichada del mundo. Con sus manos viscosas, me envolvió en una toalla seca. Llevaba algas en los ojos y hablaba de marineros.
sábado, 12 de abril de 2014
Playas de un mar olvidado
Llevo
una semana de travesía, inmóvil. Cada mañana salgo de mi tienda y
veo el mismo espectáculo: escorpiones que corren a esconderse y
saltan como pulgas a zambullirse en la arena, varios arroyos de arena
movidos por el viento, y frente a mí, una duna.
Una duna bella, que
se me antoja suave, ocre, mansa, pero a la vez una duna móvil y
esquiva. La caricia del sol temprano deja sobre su lomo un rebufo de
bestia perezosa, música del desierto. Como cada mañana trato de
alcanzarla, de continuar así mi viaje. Pero me resulta imposible. Al
poner mi pie a su lado, la duna se aplana, se escapa, y surge un poco
más allá. Tampoco es posible rodearla, pues se desplaza al ritmo de
mis pasos, justo con ellos.
Cansada de este baile absurdo, apoyo las
manos en la arena y la contemplo, tratando de desentrañar su enigma.
Cojo un poco de arena y la dejo caer entre mis dedos, creyendo hacer
tiempo, o tratando de perderlo. Es una arena rugosa, que tiene la
textura de piel curtida, como escamas. Me tumbo, sin miedo ya a los
alacranes, y siento la respiración de la tierra que se infla y se
desinfla. Es entonces cuando sé que nunca llegaré a mi destino,
cuando tengo la certeza de que el desierto es un enorme camello, con
sus chepas. Un animal desolado, que a ratos muda su piel antigua,
salpicando de sílice mi rostro. Enterrándome poco a poco en su
paisaje, al igual que hace, cada mañana, con sus pulgas. Al igual
que hizo, también, con el mar.
martes, 8 de octubre de 2013
La repartidora de sueños
El viento aquí, en mi ciudad, ha cambiado. Ya no nos
despeina las certezas, ni nos levanta las faldas de las dudas, ni nos sacude
las pecas vaciando nuestro rostro. Ahora es un viento calmo, silencioso, que
tiene manos de aire y nos acaricia los sueños. Por eso parecemos gente más
alta, más segura, porque ya no nos encogemos como armadillos en el caparazón de
nuestros abrigos, ni tratamos de evitar esas esquinas donde las hojas del otoño
bailan la frenética danza de las dudas. Desde que ella decidió escribir sueños
para otros y hacer del viento su cómplice, nos acuna una brisa de rivera llana.
Entre sus manos anidan las respuestas, diminutas como larvas, mientras les
crecen alas de letras. Es cerca del río donde se pueden coger al vuelo, un rato
antes de que salga el sol, mientras ella, aún soñándonos, se sopla entre los
dedos. Hay quien dice que es cosa de brujas. Otros que es cosa del cambio
climático.
viernes, 9 de agosto de 2013
Amores prohibidos
El edificio nos mira perezoso con su bostezo de ventanas
entreabiertas. Nuestro teatro de gorriones disfrazados siempre le causó
un llanto silencioso y aburrido. Y sin embargo, hoy nos regalará su
aplauso de balcones y visillos, de ojos asomados al palco de una nueva
vida. Hoy, traspasaremos nuestra jaula callejera y seremos todo lo que
pudimos haber sido. Viento jugando entre tus faldas. Hojas secas cosidas
al asfalto. Lunares mudos. Gestos escapando de nuestros cuerpos
indecisos. Y luego, susurraremos nuestros deseos al paraguas de los
viajes sin retorno y nos marcharemos lejos. Y, sobre su lomo rojo,
veremos la ciudad en miniatura. Tal vez entonces, ese aplauso no se
oiga, tal vez quede adormecido por nuestra lluvia de plumas grises. Las
que caerán desde el cielo sepultando el escenario donde antes habitaban
dos ángeles malditos.
De los "Viernes Creativos" propuestos por Fernando Vicente
jueves, 1 de agosto de 2013
Mundos invisibles
El
excéntrico científico Thomas W. tras varias décadas dedicado a la recolección
de pruebas a favor de la existencia de mundos invisibles, hizo copiar su obra
en el dorso de hojas de sauce escocés, asegurando que las nervaduras de este
vegetal serían las únicas capaces de soportar el peso de tamaño descubriento.
Por temor a que el tiempo absorviera su trabajo y los hongos del olvido
invadieran su descubriento, sus colegas de profesión dedicaron varios años a
transcribirla al papel. Así es como a día de hoy, el pequeño reino de Mip
cuenta con un singular tratado sobre “ Flora y fauna de regiones inhóspitas”.
Dicho tratado contiene al término un mapa* obtenido mediante la unión de las coordenadas de las líneas
arboladas de las montañas más importantes del planeta.
Así, por ejemplo, en la línea arbolada
ártica, justo donde los pinus mugo comienzan su raquítico decrecimiento,
encontraron una zona árida donde pequeños y famélicos pájaros anidaban en lo
que parecían a simple vista ramitas olvidadas. La región situada a orillas de
sus abundantes lagos cuenta además con exiguas extensiones de cultivo de cereal
y restos fósiles antediluvianos de diminutos útiles de labranza. Todo ello
unido a un hecho que refuta la exitencia de mundos en miniatura y su evolución
inversa, como son los múltiples microcadáveres incorrumpos de aldeanos
encontrados en estratos del subsuelo de mayor a menor tamaño, hasta hacerse, en
la capa más externa, ajenos a la percepción visual. Seres humanos que cedieron su
crecimiento en pos de una vida tranquila, lejos de las turbulencias de las
ciudades y encontraron, de este modo, su propia línea imaginaria y que
construyen aún hoy, hogares de silencio dentro de los troncos de árboles
invibles.
*Dicho mapa se guarda en el museo “De Los Medios Intangibles” en
la capital de Mip y se puede contemplar una vez cada doscientos años. Se cree
que ese tiempo se corresponde a la esperanza de vida de los humanos invisibles.
Su figura recuerda a una tela de araña y posee la propiedad de absorber futuros
pobladores de esferas mínimas o mundos invisibles.
sábado, 13 de julio de 2013
Algas en el recuerdo
Con la marea baja sale de su garita y se echa a caminar.
En silencio, sigue la línea de la orilla con la mirada puesta en sus pasos. Son
torpes, y a ratos se tambalea como si sus zapatos fueran un par de barcas
zarandeadas por el mar. En su gorra de capitán aún se ve la huella de un
bordado, unos hilos descosidos de lo que debió ser un ancla de oro. La brisa
los mueve y parece que lleve sobre la frente sargazos dorados. A la mar no la
mira, la conoce demasiado bien, y el horizonte no le devolverá a sus ahogados.
Cuando llega al otro extremo de la playa, se sienta en una roca y enciende su
pipa. Se le caen briznas de tabaco por la borda de sus manos, y tan apenas
acierta a envolver la cazoleta mientras prende el mechero. Así pasa las horas
hasta que la marea comienza a subir. Con un movimiento brusco, se arranca de la
roca y se recoloca la gorra dispuesto a regresar. Sólo entonces mira al
horizonte y, con mar picada en los ojos, da una orden al contramestre para
evitar el naufragio.
lunes, 24 de junio de 2013
Sus labores
A mi
abuela no la recuerdo tricontando, ni haciendo ganchillo. La recuerdo paseando
la azadilla y el rastrillo por el salón, entregada a sus cultivos domésticos.
Su pequeña casita reunía vegetales que tapizaban el suelo y empapelaban las
paredes con flores y pequeños esquejes. Me gustaba visitarla porque la cocina
no olía a fritos, sino a jazmines y rosas. Cada estancia asumía sus tallos y raíces.
Por ejemplo, el cuarto de baño, pequeño como un invernadero de balcón, tenía en
el centro una taza llena de hojitas que te hacía dudar de la seguridad de tus
posaderas. Tirar de la cadena me divertía, porque me sentía como Tarzán en la
selva, agarrado a la liana que colgaba de la cisterna, rebotando una y otra vez
en un espejo lleno de musgos. Siempre fue así la abuela, su casa. Mi madre dice
que ella creció entre potos, dalias y algún que otro cactus cuando la abuela se
enfadaba, pero que no ha heredado esa manía suya por la jardinería, ni esa
fijación por podarse las uñas y untarse abono en los talones. El día del
entierro aún le crecían geranios en las plantas de los pies.
jueves, 23 de mayo de 2013
Eterno retorno
Transitan descalzos por montañas azules, en cuyas
laderas algunas estrías de espuma acaban doblegándose a ser nube. Ellos
descansan de su viaje milenario en las orillas de estos lagos celestiales, y se
abstraen mirando el reflejo de la tierra. Les inquieta esa imagen que navega,
atropellada o prudente, según el viento. Pero siguen contemplando ese
rudimentario y misterioso cuadro. Hay rebaños de peces, bancos de pájaros,
árboles resumidos en sus copas, casillas grises que conforman azoteas y cabezas
que caminan deprisa por senderos de asfalto. Un mundo plano. Una existencia
menor. Cuando se aburren, juegan a posar uno de sus dedos en la superficie,
formando nimbos en ese espejo de algodón, y se desencadenan mareas, oleajes,
tempestades, hasta que la nube, molesta, decide llover. Entonces crecen bajo
las copas, ramas, troncos, raíces. Bajo las cabezas, cuerpos, brazos, piernas.
Y ellos ríen y festejan y enloquecen porque han dotado al cuadro de una tercera
dimensión. Algunos, en un alegre pero torpe baile, tropiezan con un mendrugo de
lluvia y caen dentro de la nube, ahogándose en la cloaca del tiempo, en un
viaje telúrico. Se incorporarán a ese mundo, y en las melancólicas tardes de
octubre, pasearán por los parques llenos de niños, se abstraerán mirando el
reflejo del cielo en un estanque, y creerán oír, en el temblor de sus aguas, el
rastro de sus nombres primigenios. Y reirán y festejarán y enloquecerán. Y en
un traspié premeditado caerán dentro, ahogándose en la alcantarilla del tiempo,
en un viaje seráfico.
domingo, 28 de abril de 2013
Leer entre arrugas
Un día, en el parque, vi un libro sentado en un banco
leyendo a una mujer. Al libro se le veía muy nuevo, como recién salido de
imprenta, pero la mujer tenía el cutis desgastado, la piel se le caía a trozos.
Al libro eso parecía no importarle pues no le quitaba frase de encima. Estaba
tan absorto en su lectura que incluso, y como por errata, le lanzó unos puntos
suspensivos, momento en cual la mujer sacó un pañuelo para limpiar unas motas
en sus gafas. Al cabo de un rato, la mujer comenzó a ponerse blanca y pensé que había
llegado su final. Cuando traté de tumbarla en el banco, quitándole el libro de
las manos, éste comenzó a leerme.
domingo, 7 de abril de 2013
Revelaciones editoriales
Ha
pasado los últimos diez años invisible ante el mundo, preso en la novela que hoy, por fin, presentará. Entra
en la sala donde cientos de personas esperan su discurso. Se acomoda en la
butaca de terciopelo azul, compueba el micrófono, tose, se sirve un poco de
agua.
Sin embargo, no hay ni un ejemplar
de su libro sobre la mesa. El escritor se siente inseguro pues ha ensayado un
discurso en el que abría el libro y leía la dedicatoria. Perplejo, mira a un lado y a otro. Ve a su editor sonriente y a la mujer enjuta que lo acompaña. Parece que no se han dado cuenta. Decide improvisar.
Coge el trozo del aire que queda entre el
micrófono y el borde de la mesa, justo donde debía estar la novela. Lo levanta
con cuidado. Parece mentira pero aquel trozo de aire pesa como el tiempo.
Separa las manos y sostiene el volumen. Lee la dedicatoria y prosigue con la
presentación. Finalizada su alocución, pasa el libro de aire a la mujer enjuta,
y ella lo estrecha junto a su pecho mientras dice que “ el libro es un fiel
reflejo del alma del escritor”. A él le parecen bellas palabras y sonríe.
El
acto termina. Los focos se apagan llevándose la imagen del escritor. El público aplaude. Se oyen ruidos de butacas que se pliegan. Pasos
acercándose hasta el estrado. El murmullo de unas sombras. Al otro lado de la mesa, el editor se frota las manos. Sueña ya con ir por todo el
mundo y convocar a esa gran masa de lectores para los que nadie publica libros.
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