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domingo, 19 de febrero de 2012

Desconexión

Me conecté al ordenador de sobremesa con mi USB umbilical. Lo normal es que a uno se lo amputen cuando nace, y cicatrice la zona generando una especie de protuberancia. Pero yo nací en el campo y la partera que atendió a mi madre se negó a cortarlo. Estaba chapada a la antigua, y era defensora de la elevación mental por asociación al UBS primario. Mi madre pasó todo el embarazo en las cordilleras del Himalaya, para poder abastecerse de las bayas que caen de los cedros. Todo para que yo fuera un niño puro y limpio de energías, como el viento que baña las nieves eternas, me decía. Este hecho pretencioso junto a mi inusual apéndice me hizo ser un niño raro, de mirada y semblante lejano.

Ya de adulto, mi complejo se acentúo y acudí a varios terapeutas. Uno dijo que debía operarme de inmediato, que debía por fin tener un ombligo normal, desconectarme de la placa madre, y vivir mi vida.

Lo cierto es que lo pensé durante varios días, y fue una noche de agosto cuando me di cuenta de que debía deshacerme de él.

Había quedado con una morena de grandes ojos azabache que conocí en el Ments, un lugar virtual para “gente diferente” según rezaba su eslogan. Eran cerca de las nueve cuando me subí la camiseta y me conecté al ordenador de sobremesa. Ella apareció de inmediato, casi no dio tiempo a que mi salón cambiara de configuración y los hologramas invadieran las paredes y se dispusieran mis cojines favoritos por el suelo. Casi sin tiempo, elegí mi avatar de verano, con camisa blanca por fuera del pantalón de lino, para disimular el cable. Ella llevaba un vaporoso vestido de seda. Estaba preciosa. Se dirigió a mí con una voz suave que impregnó mi salón de un color anaranjado. Fue entonces cuando quebranté las leyes de la computología. Creyendo que el gran ordenador no detectaría las vibraciones de un naciente amor, le declaré mis sentimientos entre bit y bit, en un espacio discontinuo, similar al que antaño se producía entre letra y letra (cuantas historias se escondían entre esos espacios de las líneas, me decía mi abuelo).

El mundo virtual es complejo, y sus leyes tienen por objeto la defensa de su perpetuidad. Y en el amor, uno desea más que nunca la proximidad, que en mis tiempos aún no había podido reproducirse mediante hologramas y espectros. Como mucho uno podía tener sensaciones olfativas gracias a un complejo algoritmo instalado en cada estancia de conexión. Pero nada más; por esto no se permitía hablar de amor en las redes que circulaban por el universo. Cuando esta palabra o alguno de sus efectos era detectado, de inmediato te cortaban la conexión energética, y te quedabas solo en el mundo.

Aún así me la jugué, y ella recibió mi declaración con un entusiasmo digno del más clásico mundo físico y acordamos una fecha para encontrarnos. Yo debería viajar hasta su aldea, a unos cinco mil millones de años luz. Pero eso con mi arcaica conexión no iba a ser posible, se requería al menos un puerto de infrarrojos, es decir, un ombligo normal que lo llamaban los entendidos.

Me operé de inmediato dejando los ahorros de toda una vida, y a mi madre bañada en lágrimas con sabor a sal del Himalaya. La recuperación fue lenta, pero poco a poco, iba saliendo de aquella cicatriz un botón rojo, que emitía frecuencias de energía a baja densidad, como las de un bebé. Hicieron falta veinticinco años para que aquello estuviera en condiciones de ser usado, para poderme reconectar al Ments. Durante ese tiempo, la esperanza de que ella siguiera esperándome fue decreciendo, no así mi amor. Pero el momento llegó, y ella, con un vestido ya menos vaporoso me recibió con igual entusiasmo. No hubo reproches ni nada parecido. Viajé hasta su aldea, y nos fundimos en un abrazo al tiempo que ambos nos quedábamos sin conexión, solos en el mundo.

10 comentarios:

  1. Me ha atrapado tu historia Ángeles. El amor se abre camino y si estuviese prohibido seguramente amaríamos más...

    Besos desde el aire

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  2. Una historia en la que a través de una trama de ciencia ficción -que puede hacernos creer que el camino irá en un determinado sentido- nos hablas de amor como constante, como permanencia más allá de los escollos. Un relato de esperanza.

    Gran trabajo, Ángeles.

    Un abrazo.

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  3. A mi también me ha enganchado desde el principio. El amor sobre el espacio y el tiempo. Muy buen trabajo, Ángeles.
    Un beso,

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  4. tenían una conexión REAL que a muchos les falta con nadie. Precioso y veo una velada crítica bien disimulada detrás, aunque eso podría ser yo.

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  5. Imaginativo relato, entre la ciencia ficción y la realidad virtual. Abrazos.

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  6. Me gustó tu relato Ángeles. Viva el amor, y que se apaguen todos los aparatos.
    Y entrando un poco en detalles, si en el ombligo tenía el puerto USB, ¿dónde tenía el lector de tarjetas?.
    Gracias por el relato, abrazos.

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  7. La tecnología unida al amor da un puerto cálido propio de una gran escritora.

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  8. Precioso, Ángeles. Este amor en clave de ciencia-ficción me ha enganchado y me deja pensando si me gustaría o no llegar a vivir algo así.

    Besitos

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  9. Que historia de amor tan usual. Yo tengo una prima que lo mismo. Está principiando una relación, en su caso intercontinetal, y lo mismo, está enganchadísima al ciberespacio. Y el día que estén por fin juntos, colgaran los pens para siempre. Lo veo venir.

    Un abrazo, Ángeles.

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  10. Qué maravilla Ángeles. Se lee del tirón y engancha ;) nunca mejor dicho.
    Yo siempre he pensado que a este paso nos instalarán un módem en el cerebro.
    Abrazos cibernéticos

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