Siguen llegando prisioneros a este mapa donde habito. Cada uno camina
por el sendero de tinta que le han marcado. Hay ya tantas líneas que se
entrecruzan los destinos y muchos peregrinos se agazapan en las aceras,
desorientados. Se interrogan en idiomas extraños. Todos tan perdidos,
tan quietos. Y yo, sin entenderlos, me dispongo a escapar. Me agacho,
clavo las uñas en el asfalto de cartón y lo rasgo con furia. La astillas
de papel comienzan a saltar. En media hora, he conseguido abrir un buen
boquete. La gente ha hecho un corro alrededor de mí. A lo lejos, los de
seguridad se acercan con enormes trozos de celo. No quieren, supongo,
que la ciudad se les agriete y empiecen a desaparecer turistas. Ya veo
luz al otro lado del papel. Debo darme prisa. Salto. Decenas de caras me
miran desde arriba y me hacen fotos. En el envés del plano, otra
ciudad.
Potente, hermoso, muy lírico, precioso.
ResponderEliminarEnhorabuena, por esta pequeña maravilla y por el reconocimiento.
Gracias Miguel Ángel. Abrazos
EliminarMe gustó mucho. Me hizo recordar esto:
ResponderEliminarhttp://mis-paraisos-artificiales.blogspot.com.ar/2014/11/vagos-recuerdos.html
Precioso Ángeles! Tu protagonista no teme el qué dirán sólo sabe que ha de seguir su instinto, buena lección, menos mal que los de seguridad llegan tarde.
ResponderEliminar¡Enhorabuena! Desde luego merece su reconocimiento.
Muchas gracias Yasira por tus palabras y por tu visita. Abrazos
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