Páginas

sábado, 9 de octubre de 2010

Costumbre, ausencia

Hace tiempo que la costumbre de tu ausencia ha dejado de pintar mis días.

Ya ni es costumbre, ni es ausencia.

Ha pasado a formar parte de aquello que cristalizado en rutina, se clava en el pensamiento como agujas en retales de costura, dando forma a una imagen, a un dibujo, a algo que inerte, será observado con la distancia que hay entre el hoy y el mañana.

Abismal e imaginada.

Hace tiempo que miro el paisaje que dejamos, el escenario donde nos quisimos, y veo las sombras de lo que fuimos.

Sombras que sigilosas se mueven en la oscuridad del que apagó de golpe la luz de su destino, y se marchó deprisa, persiguiendo el vaticinio de un final, de una muerte, que anunciada o no, ponía un punto y final en mis días.

Hace tiempo que siento esas sombras, sombras que tienen, pese a todo, un brillo de esperanza en cada gesto.

16 comentarios:

  1. Si aún se clava, aún siendo rutina, es que aún duele, y si duele es que estás vivo.
    (Opinión peregrina de alguien sin ni idea)

    ResponderEliminar
  2. Muy poético.Yo también opino que si aún se clava, aún duele y pinta.

    Besos.

    ResponderEliminar
  3. El duelo tras una pérdida suele dejar paso a la esperanza, Angeles. Me ha encantado la frase con la que empiezas el relato.

    Un beso de sombras y esperanza

    ResponderEliminar
  4. Yo también pienso que si la herida aún supura, es que le queda tiempo para curarse. Prosa poética muy acertada y sin traspasar los límites, sigue siendo prosa. Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Sombras que una vez fuimos...
    Hermoso, felicidades!!!

    ResponderEliminar
  6. ¡Ay, el casi olvido!
    Cuando se ha ido el dolor y sólo queda su sombra. Y la esperanza, porque eso es lo último que muere...
    ¡mUCHos salUCHos de UCH! :]

    ResponderEliminar
  7. Yo me quedo con el último párrafo. Sombras que en algún momento se han clavado como agujas pero que poco a poco, el brillo de la esperanza comienza a hacerlas desaparecer.
    Besos

    ResponderEliminar
  8. Algo me trajo aquí para leer esto...así me sentía.Gracias por ese "un brillo de esperanza en cada gesto"...un abrazo

    ResponderEliminar
  9. Cuando la costumbre de la ausencia desaparece -costumbre y ausencia- es porque, de entre las sombras disolviéndose, está por nacer una nueva realidad, esperanzadamente brillante.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  10. Gracias a todos por comentar, este relato lo he rescatado pues lo escribí hace años. El otro día alguien me dijo por qué no pubicaba en el blog algunas de mis poesias...bueno esto no es una poesía, creo que es más digerible al ser prosa, pero tal vez cuelgue alguna, como excepción.
    Un saludo a todos, nos leemos!

    ResponderEliminar
  11. Vivir para olvidar es duro. Despedirse más, pero caminar ensancha el corazón. Adelante, siempre hacia adelante.

    ResponderEliminar
  12. Muy bonito, lleno de sombras sigilosas

    ResponderEliminar
  13. Hay despedidas que quedan doliendo para siempre, y que permiten mantener la esperanza.
    Precioso Ángeles, y tu poesía seguro que también!
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  14. Genial, Ángeles. Sabes que me alegra la publicación de esta entrada por muchas razones.
    En cuanto a la forma, aquí el género entre la prosa y el verso no está nada clara (¿o acaso esos párrafos no pueden ser versos...?). Pero no importa, alguien dijo alguna vez que los géneros están para romperlos. En cualquier caso es eso, un texto que es poético por lo que tiene de contemplativo y que nos lo has regalado aquí.
    Te lo agradezco con un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  15. Manuel, Pablo, Anita, me alegra que os guste, Alberto está muy bien eso de romper los géneros, o moverse entre dos géneros a la vez. Pronto una poesía.

    Abrazos

    ResponderEliminar
  16. Me parece muy bonito, aunque no es mi estilo favorito. Me acuerda mucho de una historia que leí.

    "Los milagros de Buda son totalmente diferentes de los de Jesús. Una mujer va a Buda: su niño está muerto y ella se lamenta y llora, y es viuda y nunca podrá tener otro hijo. Su único hijo está muerto y él constituía todo su amor y su atención.

    Pero ¿qué hizo Buda? Buda le sonrió y dijo: `Sólo ve al pueblo y busca unas cuantas semillas de mostaza de una casa donde nadie haya jamás muerto`. La mujer se fue rápidamente al pueblo y fue de casa en casa. Y en todas le decían: `Podemos darte tantas semillas de mostaza como desees, pero no podemos cumplir tu condición, porque mucha gente ha muerto en nuestra casa`. Una y otra vez ocurría lo mismo. Sin embargo ella seguía abrigando esperanzas. `Quizás, quién sabe, puede haber alguna casa en algún lugar, que no ha conocido la muerte`. Caminó y caminó durante todo el día. Hacia la tarde, una gran luz de comprensión le sobrevino: `La muerte es una parte de la vida. Ocurre. No es algo personal. No es una calamidad personal que me ha ocurrido a mí`. Con esa comprensión se dirigió a Buda. El le preguntó: `¿Dónde están las semillas de mostaza?` Y ella sonrió, cayó a los pies de él y le dijo: `Iníciame. Quisiera conocer aquéllo que nunca muere. No pido que me regresen a mi hijo, porque aún cuando me lo dieran, él moriría nuevamente. Enséñame algo, de modo que pueda conocer dentro de mí misma lo que nunca muere."

    Esa es del tarot: esta lleno de historias.

    ResponderEliminar