Salí de la pirámide de Keops, y volví a encontrarme con aquel misterioso vendedor que continuaba asido a su camello.
Tras el lúgubre velo, que la oscuridad había colocado en mis ojos, pude adivinar su presencia. Había algo de enigma en el contorno de su mirada, como si aquellas líneas de kohol negro separaran dos épocas remotas e irreconciliables. Sumida en una especie de magnetismo, me dirigí hacia su puesto, seducida como una serpiente bien amaestrada. Le ofrecí todo lo que llevaba, unas pocas piastras que iba a llevarme como recuerdo del viaje a Egipto. A cambio me ofreció una esfinge, algo cuarteada pero igualmente impasible. Al llegar al hotel, la coloqué en la maleta, mientras me reprochaba su compra y decidía que, dada su condición de tullida, tendría que quedármela para mí y colocarla en la estantería de artilugios desencantados.
Ya en casa, deshice la maleta y la saqué de su envoltorio, no sin cierto desagrado. La coloqué en el lugar menos visible de la estantería, y traté de olvidarme de ella, de sus grietas, de su halo de eterna déspota, de su altivez mutilada. Pero no lo conseguí. Día tras día y por más que barriera y barriera, mis pies iban dejando un reguero de huellas en la arena del salón de mi casa.
Microrrelato inspirado en la foto de Montse, para la 7ª propuesta del Foro Brevedades.
Me gusta. Nunca desprecies el poder de piezas antiguas y desgastadas de civilizaciones mágicas.
ResponderEliminarEres uno de mis ídolos en cuanto a escritura se refiere.
ResponderEliminarMe has transportado a las arenas del desierto...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Ángeles, muy cierto, esa arena es el símbolo de todas nuestras experiencias, nuestra cultura y nuestra esencia. Como este buen texto que nos convidas.
ResponderEliminarAbrazo
Ángeles a veces lo que compramos fuera de nuestro habitat puede traernos problemas... hay está el caso, tan bien narrado y con unas palabras que le dan un ritmo poético envidiable.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un saludo grande.
Me gusta mucho y no sé decir porque, quizás es ese desasosiego que me deja el párrafo final.
ResponderEliminarBesitos
Para mí que esto es por el síndrome postvacacional... Muy bueno, Ángeles
ResponderEliminarMuy buen relato, felicitaciones.
ResponderEliminarEsa arena lo deja todo marcado tras de si, parece querer no dejarte descansar.
ResponderEliminarBlogsaludos