Llevaba toda la mañana vadeando el río Tweed, cuando me senté en una roca para fumarme un cigarrillo. La cesta de mimbre, fiel en mis jornadas de pesca, seguía vacía. Mi mechero, debido tal vez a la humedad reinante, no funcionaba, y tras varios intentos, lo guardé en uno de los bolsillos de mi chaleco. Fue entonces que levanté la vista y vi las botas secas de un pescador. Me iba a poner a hablar con él de la jornada, pero no lo hice por la vergüenza de saberme perdedor en el recuento. Sus ojos, pese a todo, se clavaron en mi canastilla. Luego me dijo que si quería llenarla fuera con él. Fanfarrón pensé. Le acompañé hasta una zona de maleza alta donde aguardé bajo su indicación, el momento de coger tantas truchas como quisiera. Junto a mi, había otros pescadores, incrédulos.
El hombre contaba tan sólo con una caña de cola de rata, por lo que sin duda, era un pescador a látigo. Se colocó en la orilla y comenzó a fustigar el agua, en un continuo movimiento al que sólo le faltaba un brioso caballo relinchando. Tras una media hora de juegos malabares con la cuerda, y como si hubiera pastoreado a las truchas hasta un redil imaginario, cambió de lugar.
Miró hacia atrás extendiendo la línea de pesca, relajó el cuerpo, y balanceó el peso de su cuerpo esperando el momento del lance, retrasó una de sus piernas, separó un brazo del cuerpo y acompañado de un preciso movimiento lanzó su mosca a la superficie del río.
Todo lo que aconteció después, pasó a cámara lenta. El látigo rozó suavemente el agua, y en vez de formarse una sucesión de ondas expansivas, ocurrió lo contrario, las ondas se concentraron en el señuelo, a donde iban a parar junto con las gotas de agua que las trasportaban. Cuando subió su brazo, de la cuerda colgaba todo el río. En el cauce seco, las truchas boqueaban. Salimos del rastrojal con nuestras cestas y comenzamos la recolección. Mientras, los campos de trigo vecinos, se anegaban por un misterioso fenómeno.
LITERATURA.
ResponderEliminarUn beso.
Este es ese tipo de cuentos que va ganando interés según avanzas en la lectura. El último párrafo, querida Angeles, es espectacular. Una vez más utilizas ese lenguaje en imágenes que tanto me gusta "de la cuerda colgaba todo el río"
ResponderEliminarCaigo rendida a tus pies.
Un beso
Torcuato, GRACIAS.
ResponderEliminarMaite, menos mal que no es al revés porque me pareció algo extenso para publicarlo en el blog,así que os agradezco la lectura. Maite, la admiración es mutua. Besos.
Perdona pero JODER!!!
ResponderEliminarPor mi puedes escribir todo lo largo que quieras, lo leeré.
Es un relato magnífico, que te mantiene en vilo esperando qué va a hacer el pescador, se me han mojado los pies incluso y hasta las rodillas diría yo.
Un abrazo
Jajaja Anita, te tomo la palabra, en breve llegará a tu casa un libro de unas mil y pico páginas, pesado como él solo...es broma... pero se agradece lo que dices.Por contra te envío una toalla bordada de agradecimientos para que te seques los pies.
ResponderEliminarBesos.
Ángeles, felicidades. La virtud de mantener al lector pegado a la historia a través del lenguaje es difícil de conseguir. Me gustó mucho la historia. Acertada y en su medida justa.
ResponderEliminarUn abrazo.
El río inundó mis zapatillas de truchas según lo estaba leyendo. Poco a poco vas haciendo un cuento con un final que rompe el relajo inicial. Me ha gustado.
ResponderEliminarBlogsaludos
Me llevó, río abajo, río abajo, hasta remontar la historia. Pena me dio ver (porque los he visto) los peces boqueando.
ResponderEliminarAbrazos dobles.
Yo también vi los peces boqueando y el pobre granjero, que no aparece, pero es el verdadero damnificado de esta historia :-). Saludillos encandilados por la historia
ResponderEliminarMágico el micro y también la imagen del río levantado. :]
ResponderEliminar(me recordó aquel cuadro de Dalí de la niña que levanta el mar para ver al perro que duerme debajo)
¡Me gustó mUCHo! :]
¡mUCHos salUCHos de UCH! :]
Interesante relato "cuartomileniarista" cuidadosamente elaborado
ResponderEliminar(opinión peregrina de alguien sin ni idea)
Agus, gracias por venir, me gusta eso de en su justa medida. Un saludo.
ResponderEliminarAdivín, me alegra verte por aquí. Abrazos.
Lola yo tambien he visto los peces boqueando y es una imagen dantesca, por la muerte lenta a cada suspiro. Besos.
Puck, ay el granjero! si te contara de su vida a partir de la inundación...
Gracias Héctor por tus palabras. Abrazos.
Cyb. , si, ya sabes, me gusta introducir un elemento mágico, para hacer un poco más interesante la narración. Abrazos.
Buenísimo y muy original. Tiene un final mágico e impredecible.
ResponderEliminarBesossss.