Tras una brava tormenta, mi buque se partió en dos y desperté en una playa infinita. Deambulé entre dunas hasta encontrar un pequeño oasis, donde espero paciente mi rescate.
El desierto, empujado por la brisa de un mar lejano, entretiene mi espera con paisajes que cambian de un día para otro. Los de viento, la arena forma olas que entrechocan empujadas por el temporal y entonces, solo entonces, lo veo.
Veo al hombre que, con un cordel, viene a rescatarme. Arrastra un navío y saluda desde lejos con un toque de corneta. Pero al poco, es engullido por la tempestad de ocres. Sin embargo, ayer el desconocido logró acercarse hasta mi vergel. Conforme avanzaba comprobé que el navío sujeto a la cuerda era, en realidad, un velero. Cuando estuvo más cerca descubrí que el velero no era tal si no más bien una pequeña barca. A cien metros, determiné que tan solo se trataba de una canoa. Y cuando lo tuve enfrente, vi, no sin cierto desasosiego, que lo que el hombre llevaba colgado de la cuerda era un simple flotador. “Es otro náufrago de arena”, pensé y le invité a habitar mi vergel, momento en el cual la cuerda quedó tendida en la arena, sujetando, tan solo, su amable sombra.
El desierto, empujado por la brisa de un mar lejano, entretiene mi espera con paisajes que cambian de un día para otro. Los de viento, la arena forma olas que entrechocan empujadas por el temporal y entonces, solo entonces, lo veo.
Veo al hombre que, con un cordel, viene a rescatarme. Arrastra un navío y saluda desde lejos con un toque de corneta. Pero al poco, es engullido por la tempestad de ocres. Sin embargo, ayer el desconocido logró acercarse hasta mi vergel. Conforme avanzaba comprobé que el navío sujeto a la cuerda era, en realidad, un velero. Cuando estuvo más cerca descubrí que el velero no era tal si no más bien una pequeña barca. A cien metros, determiné que tan solo se trataba de una canoa. Y cuando lo tuve enfrente, vi, no sin cierto desasosiego, que lo que el hombre llevaba colgado de la cuerda era un simple flotador. “Es otro náufrago de arena”, pensé y le invité a habitar mi vergel, momento en el cual la cuerda quedó tendida en la arena, sujetando, tan solo, su amable sombra.
Ángeles, estupendo relato de un naufrago, me recuerda mucho a un novela corta de García Márquez en el cual el protagonista se queda en alta mar en un pequeño bote.
ResponderEliminarCuando estamos a merced de la naturaleza nuestro intelecto juega con nosotros, quizás es la forma para mantenernos vivos.
Me gustó mucho este relato.
Un abrazo.
Hay que encontrar compañía para no volverse loco, y nunca perder la esperanza. Preciosísimo. De tu forma de juntar letras y hacer que parezcan una partitura ya ni hablamos.
ResponderEliminarEl título no podía ser otro.
ResponderEliminarY qué bien describes la visión del espejismo que a medida que se acerca, la esperanza se va alejando.
Precioso.
Un abrazo.
Me encanta, es tan visual y cercano que te metes en la piel del naúfrago. Me dejas quedarme en ese vergel un poquito más?.
ResponderEliminarsaludillos
Es muy visual, se puede ver como se acerca ese otro "espejismo" hasta llegar al final.
ResponderEliminarBesitos
Me gustan los relatos que me obligan a ir al título cuando llego al final.
ResponderEliminarCon una narratividad ajustada, este texto cuenta mucho más de lo que dice. Apunta a la soledad y, sobre todo, a la desesperanza.
Enhorabuena. Ángeles.
Es un placer leerte.
Espejismo o sueño, al menos habita en un vergel. Me gusta la recreación de mar y arena, con los mismos vientos, tempestades y olas. La progresiva transformación del velero en un flotador tirados por el mismo hombre es graciosa. El detalle final de sólo tener la sombra muy bueno.
ResponderEliminarGracias, abrazos.
...Espejismo. ¿Y qué no lo es?
ResponderEliminarBello.
Besos payasos.
Me gustó este micro. De más a menos, las ganas de ser rescatado le juegan una mala pasada y demuestra que hay espejismos en muchos sitios, no sólo en el desierto.
ResponderEliminarTítulo acertado, bien narrado.
Un saludo indio
Las sensaciones que se transmiten al lector no las controla, normalmente, el escritor. Para mi este relato, muy bien narrado, nos presenta un desamor, la travesía del desierto hasta que se encuentra un nuevo amor (o proyecto de amor: hijos, religiones, política, etc.), y como poco a poco ese navío va empequeñeciéndose hasta quedar en una sola sombra, que si es amable, loado sea, pero si solo es espejismo... Me ha gustado tu relato y tu mensaje.
ResponderEliminarUna maravilla de relato. Con mucha delicadeza me pones delante de mi propio espejismo, cada uno tenemos el nuestro. Y casi escucho el viento del desierto.
ResponderEliminarAbrazos de náufraga de arena
Un final inesperado y poético. Cuántas veces nos quedamos con la sensación de haber visto pasar un transatlántico, y quizá nunca sepamos que no fue más que eso, un barco de papel.
ResponderEliminarSaludos