El viento aquí, en mi ciudad, ha cambiado. Ya no nos
despeina las certezas, ni nos levanta las faldas de las dudas, ni nos sacude
las pecas vaciando nuestro rostro. Ahora es un viento calmo, silencioso, que
tiene manos de aire y nos acaricia los sueños. Por eso parecemos gente más
alta, más segura, porque ya no nos encogemos como armadillos en el caparazón de
nuestros abrigos, ni tratamos de evitar esas esquinas donde las hojas del otoño
bailan la frenética danza de las dudas. Desde que ella decidió escribir sueños
para otros y hacer del viento su cómplice, nos acuna una brisa de rivera llana.
Entre sus manos anidan las respuestas, diminutas como larvas, mientras les
crecen alas de letras. Es cerca del río donde se pueden coger al vuelo, un rato
antes de que salga el sol, mientras ella, aún soñándonos, se sopla entre los
dedos. Hay quien dice que es cosa de brujas. Otros que es cosa del cambio
climático.
Muy tuyo, preciosista y onírico. Seguro que Puri está encantada.
ResponderEliminarJo, Ángeles, muchas gracias, es precioso, tiene tu toque de ángeles. ¡Menuda sorpresa me has dado, estoy emocionada! Leyendo esto antes de irme a dormir, seguro que esta noche vuelvo a soñar contigo. Tú sí que me haces sentir "más alta, más segura" y más bruja y más cuentista.
ResponderEliminarBesos
Muy poético, bonito y emotivo.
ResponderEliminarHola Ángeles, buenas tardes. Voy atrasada en mis visitas pero como se suele decir lo que importa es llegar, pues aquí estoy y me alegro mucho pues me encuentro con tus letras, esta vez dedicado el relato a Purificación Menaya, felicidades a las dos. Desde Málaga te mando un saludo y un abrazo.
ResponderEliminarLola Barea.
No sé porqué me recordó al aroma de la tierra mojada. Muy poético. Resplandeciente.
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